COMPETENCIA
COMUNICATIVA
Se entienden como un conjunto de
procesos lingüísticos que se desarrollan durante la vida, con el fin de
participar con eficiencia y destreza, en todas las esferas de la comunicación y
la sociedad humana. Hablar,
escuchar, leer y escribir son las habilidades del lenguaje. A partir de ellas,
nos desenvolvemos en la cultura y la sociedad, y a través del desarrollo de
estas habilidades, nos volvemos competentes comunicativamente. A medida que
adquirimos herramientas y experiencia, para el respectivo despliegue de
nuestras competencias comunicativas, el ejercicio auténtico de la producción
discursiva y la interacción comunicativa, se dará de manera clara, oportuna y
precisa, entre las sociedades que favorezcan su desarrollo.
CLASES DE COMPETENCIA COMUNICATIVA
Las
clases de competencias comunicativas son:
1.
Lingüística
2.
Paralingüística
3.
Textual
4.
Pragmática
5.
Quinésica
6.
Literaria
7.
Prosémica
8.
Audiovisual
9.
Cognitiva
A. COMPETENCIA
LINGÜÍSTICA
La anterior
competencia le da lugar y pertinencia a las siguientes tres. En el caso de la
Paralingüística, se trata de un conjunto, podría decirse infinito, de elementos
adicionales que acompañan al lenguaje (bien sea escrito u oral), y que ayudan a
complementarlo. Veámoslo con un ejemplo: un mensaje como "me gustan las
rosas", puede variar de diversas maneras según la entonación e
intencionalidad que le dé una persona al decirlo. Esta misma frase puede ser
dicha en varios tonos, como serio, regaño, seducción, indiferencia, pregunta,
afirmación, etcétera. Siendo el mismo mensaje, diferentes énfasis le otorgan
diferentes interpretaciones.
Para el caso del
lenguaje escrito, son los recursos gráficos los que determina posibilidades
paralingüísticas de expresión. El manejo de los espacios en blanco, las
márgenes, la diagramación, el uso de negrillas, cursivas, mayúsculas,
posibilitan distintos matices a un mismo texto, pues aunque el contenido de
éste sea el mismo, la manera como se distribuye, se adorna o se dispone el
texto, influye decisivamente en la forma como éste es interpretado por parte
del lector.
B. COMPETENCIA
PARALINGÜÍSTICA

Es el desarrollo de
capacidades para convencer y persuadir a los demás. Nos comunicamos porque
deseamos influir en las decisiones, opiniones, conocimientos, actitudes o
preferencias de los otros. Siempre nuestra comunicación busca, como fin último,
lograr algo de alguien. El escritor de un libro recurre a varias estrategias
para hacernos creer su historia; el director de una película de cine, organiza
de tal forma las escenas a fin de mostrarnos que su historia es verosímil;
nuestro jefe nos habla de determinada manera para que nosotros obedezcamos sus
órdenes; los adolescentes emplean ciertas estrategias para obtener ese permiso
del papá o de la mamá sin el cual no podría salir con sus amigos; en la
televisión, se nos muestran atractivos productos que los anunciantes esperan
compremos; los periodistas nos muestran en periódicos y revistas cifras e
imágenes para que creamos la información suministrada; los profesores nos
explican paso a paso los pormenores de esa teoría, modelo, ecuación o concepto;
en el metro, nos insisten permanentemente en una serie de comportamientos
necesarios para un viaje seguro y agradable. Así, infinitamente, podríamos
extender la lista. Con estos ejemplos es suficiente para ver cómo detrás de
cada proceso de comunicación entre seres humanos, existe el propósito de
influir en sus opiniones, conocimientos o actitudes.
Ésa es la
pragmática: el conjunto de recursos, estrategias, tácticas, que empleamos para
influir en las decisiones y opiniones de otros. Como somos seres sociales,
necesitamos de la aprobación de otros. Nuestras necesidades básicas (vestido,
alimentación, vivienda…) tanto como las secundarias (confort, realización
profesional…) dependen en muy buena medida de otros. Por eso necesitamos de sus
favores, de su compañía, de su aprobación, de su conocimiento, de su
experiencia… en fin.
La pragmática es una
competencia fundamental en los profesionales, pues a diario debemos tomar
decisiones y necesitamos del apoyo de otros para que éstas se efectúen. También
es importante por cuanto gran cantidad de actividades realizadas por los profesionales
son propuestas que necesitan ser aprobadas por otros para ser realizadas. Un
plan presupuestal, un programa de seguridad industrial, una propuesta de
diseño, una iniciativa para mejorar el servicio al cliente de la organización,
un proyecto de inversión, o una propuesta comercial… son algunos de los
ejemplos de situaciones en que a diario los profesionales necesitamos de la
pragmática para lograr nuestros objetivos laborales y personales.
C. COMPETENCIA
PRAGMÁTICA

Tareas como las
anteriores exigen la producción y comprensión de textos escritos. Ése es el
objetivo de la competencia textual. El texto es un tejido (del latín textus), y
como tal, al ser leído requiere de un adecuado manejo de las herramientas para
la comprensión. El lector deberá desplazarse por los entramados de sentido
propuestos por el texto. Esto en cuanto a una faceta del texto, la faceta de la
lectura – comprensión. Del otro lado, el de la producción, el escritor deberá
contar con un repertorio de competencias propias de la escritura como lo son la
cognitiva, la comunicativa y la técnica, cuyos aportes son simultáneos: la
primera provee las categorías formales en el pensamiento de quien escribe, pues
en el texto hay planteamientos, proposiciones, argumentos… que requieren de un
determinado nivel intelectual. En cuanto a lo comunicativo, si se entiende al
texto dentro de un proceso de intercambio entre personas, se deducirá fácil que
se requiere de un manejo de los contextos comunicativos para producir textos
que tengan claro su objetivo.
En cuanto a la
competencia técnica, se trata del manejo de dispositivos para escribir: la
pluma, el lapicero, la máquina de escribir, el computador, y otros más.
La competencia
textual, referida al desarrollo de capacidades para comprender y producir
textos es fundamental para todas las personas, en especial para los
profesionales, pues gran cantidad de procesos relativos a las empresas e
instituciones, tienen que ver, bien con la lectura (manuales de instrucciones,
de procedimientos, etcétera), o con la escritura de todo tipo de textos
(informes, cartas, proyectos, actas, protocolos, manuales, etcétera).
En la academia es de
especial interés la competencia textual, pues el texto escrito ha sido elegido
por la cultura para ser el depositario de sus conocimientos, por lo cual buena
parte del desempeño de los estudiantes tiene que ver con sus habilidades y
posibilidades de lectura y escritura. En cuanto a lo primero (la lectura), el
paso del colegio a la universidad le significa al estudiante el acceso a unos
textos más complicados, con redacciones plagadas de tecnicismos. Los escritos a
leer en la universidad difieren en forma y propósito a los del colegio. Por eso
el estudiante encuentra dificultades para interpretarlos. En ocasiones, esto se
debe a que el libro universitario no tiene el propósito didáctico de ayudar a
otro a acceder a un determinado conocimiento (como ocurría en los libros de
texto del colegio), sino que ha sido escrito por un experto que da cuenta de
sus avanzados conocimientos en una materia.
En otras ocasiones,
se trata de libros cuyo propósito no es precisamente facilitar el conocimiento,
es decir, no han sido escritos para divulgar alguna materia en especial, sino
que han sido escritos, explícitamente, para ser estudiados. En otras palabras,
no fueron escritos para ser disfrutados tanto como para ser analizados. A estos
se les conoce popularmente en el mundo universitario como
"ladrillos", y los estudiantes no hablan de "leerlos", sino
de "meterles el diente".
La complejidad en la
redacción de estos no va dada sólo por incapacidad del escritor de ser más
claro en su escritura, sino de la complejidad misma del conocimiento del que da
cuenta el texto. La oscura redacción de los tratados de filósofos como Kant,
Habermas , Lukhman, entre otros, es reconocida por profesionales de diferentes
áreas. Así las cosas, dotar de herramientas para la comprensión de textos es
una obligación de la universidad y un compromiso del estudiante, quien debe
declinar sus gustos personales de lectura.
En términos de actitudes
(querer hacer) éste es un elemento fundamental. La apatía por la lectura,
asociada a múltiples factores, es uno de las razones por los cuales somos un
país poco competitivo. Leer nos distancia del mundo, permite ver otras formas
posibles de estar en él, conocer historias que nos pueden ayudar a enriquecer
la nuestra. Pero no se lee sólo lo escrito con números y letras. La imagen, la
apariencia personal, el espacio, la ciudad, la gente… son textos susceptibles
de ser leídos. Alimentarse de la cotidianidad, conocer lugares dentro y fuera
de la ciudad y el país, ver televisióny cine de otras latitudes, acceder
comunidades virtuales del mundo, escuchar géneros musicales no acostumbrados…
son ejercicios útiles no sólo para leer y escribir mejor, sino, ante todo, para
ser mejores personas y profesionales..
D. COMPETENCIA
TEXTUAL
El cuerpo comunica.
La postura, los gestos, la mirada, el rostro, el cabello, las manos… todos son
dispositivos de comunicación mediante los cuales estamos diciendo cosas
permanentemente, aunque no lo sepamos. Hablamos ahora de la competencia
quinésica, la encargada de aconsejarnos cómo debemos manejar nuestro cuerpo
según el contexto en el cual nos encontremos. Una entrevista de trabajo, un
salón de clase, una cafetería universitaria, un almuerzo de negocios, una obra
de teatro, un concierto, un acto protocolario… son momentos diferentes de los
cuales se espera un comportamiento diferente de nosotros, y dicho
comportamiento tiene su equivalente en la disposición del cuerpo. En otras
palabras, para cada situación habrá diferentes expectativas sobre el cuerpo.
Las anteriores
competencias tenían que ver con el lenguaje. Tanto ésta como las siguientes,
tienen que ver más con el cuerpo y con la forma como lo manejamos. En nuestra
comunicación habitual es menos importante la palabra que el gesto. Este último
define intenciones, matiza los posibles "querer decir" (recuérdese lo
visto antes en III.A. Competencia Lingüística). Con el cuerpo podemos
complementar, enfatizar o contradecir lo dicho con palabras. En ocasiones,
incluso, podemos prescindir de éstas para intercambiar nuestros pensamientos.
No obstante, la preocupación teórica por la comunicación no verbal y por
entender el lenguaje del cuerpo es reciente en la teoría. Esto a pesar de que,
según las culturas, el lenguaje no-verbal puede significar más del 80% de la
comunicación.
Sin embargo, a pesar
de lo relativamente poco importante que en ocasiones resulta el lenguaje verbal
(lo dicho y lo escrito), contamos con alfabetos y códigos sintáctico-léxicos a
los cuales acudir para resolver nuestras dudas: diccionarios, compilación de
normas gramaticales, ortográficas, y sintácticas; pero no tenemos los mismos
diccionarios, normas de gramática y sintáctica para el lenguaje del cuerpo.
Sólo tenemos
aproximaciones vagas a lo que pueden significar unas cejas alzadas, unas
piernas cruzadas, unas manos abiertas, o una espalda recta. Desconocemos el
lenguaje del cuerpo (al menos en cuanto a teoría se refiere), a pesar de que a
diario estamos comunicando con él. Confirmar un negocio, obtener un precio
especial, postergar un compromiso, o incluso obtener una cita con alguien
importante, son situaciones en las que el dominio de nuestro cuerpo, voz y
gestos son fundamentales, sin importar cuán concientes seamos de ello. Un
sujeto comunicativamente competente será quien haga uso estratégico de los
recursos de la quinesis.
E. COMPETENCIA QUINÉSICA
El cuerpo está
ubicado en un espacio. La producción de significados a partir del manejo de las
distancias se denomina proxémica. El cuerpo delimita unos espacios de accióna
los cuales unos pueden acceder y otros no. Nuestra habitación es un claro
ejemplo de ello. No todos pueden tocar nuestros objetos personales, ni nuestro
cuerpo. No soportamos de ciertas personas que estén muy cerca de nosotros; en
cambio, de otros solicitamos que estén cerca.
La vida
institucional de una organización es otro escenario para ejemplificar la
vivencia de la proxémica. ¿Quiénes pueden acceder a determinados espacios y
quiénes no? ¿Quiénes pueden almorzar en qué lugares y quiénes no? La forma de
distribuir los espacios de las oficinas también habla de intencionalidad
comunicativa por parte de quien tiene esta responsabilidad. Un escritorio
amplio, una silla grande, detrás de la cual se ven una cantidad de diplomas y
reconocimientos… hablan de un jefe que quiere mostrarse distante o imponente
ante quienes entran a su oficina.
Una mesa cuadrada o
redonda marca diferentes relaciones entre quienes ocupan los respectivos
asientos. Si es redonda, se supone muestra igual distancia entre todos. Pero si
es cuadrada o rectangular… ¿quién ocupa la cabecera? ¿En qué piso del edificio
está ubicada la presidencia? ¿Cuántas puertas deben cruzarse antes de ingresar
a ella? ¿Cuántos metros de distancia hay entre los escritorios de los
empleados? ¿Se encuentran distribuidos de forma que se den mutuamente la
espalda, o uno enseguida del otro? Preguntas como éstas nos ayudan a visualizar
la forma como los seres humanos comunicamos mensajes a través de como
distribuimos el espacio.
Esta distribuciónda
lugar a lugares sagrados, lugares olvidados, lugares comunes, lugares
excesivamente visibles, ocultos, transitorios, cómplices, iluminados, oscuros,
etcétera. Así lo comprobamos en nuestra casa. Desde pequeños se nos enseñó a
respetar espacios como la habitación de nuestros padres; en esa cama sólo se
pueden sentar algunos. Igualmente se nos dijo que la gente de la calle no tenía
por qué entrar a nuestra cocina o abrir nuestra nevera. La codificación
producida al distribuir el espacio, está determinada por una codificación
previa, que está definida por metros de distancia entre nuestro cuerpo y el
resto del mundo.
Fue Edgard Hall
quien nos habló de este sistema de demarcación del territorio (los seres
humanos también tenemos territorio y estrategias para defenderlo). Dicho
sistema funcionaría por capas o burbujas. En primer lugar, se encuentra la
burbuja íntima, el espacio preciso de nuestro cuerpo. Sólo nosotros tenemos
poder de decisión sobre qué hacer con nuestro cuerpo. No todos conocen nuestra
desnudez. A ella acceden pocos. La intimidad es el espacio sagrado del cuerpo.
La defendemos con todo tipo de atuendos, llaves, puertas de acceso, manejo de
luces, y demás. No permitimos a cualquiera tocar nuestro cuerpo. En la burbuja
íntima se de el encuentro del yo con el yo.
Unos treinta
centímetros después de la burbuja íntima, encontramos la burbuja interpersonal.
En ella interactuamos con quienes conocemos. Es donde se da el intercambio
verbal y gestual entre dos o más personas. Importante: este intercambio exige
como condición fundamental el conocerse mutuamente, reconocer el pasado de la
otra persona, su origen, su relación conmigo, sus intenciones, sus propósitos,
sus objetivos ante la vida y ante mí. En la burbuja interpersonal hablo con mis
familiares, amigos y compañeros. Hablo con quienes conozco y me conocen.
Desde el límite de
la burbuja interpersonal y unos dos metros, se encuentra la burbuja social. En
ella se registra la aparición casual, no deliberada, de otras personas de
quienes se puede presumir quiénes son, pues el espacio en el que se da el
encuentro permite intuir algunas pistas. En la universidad, en la calle de una
ciudad, o en la empresa, me encuentro con personas cuyo nombre desconozco, pero
de quienes sé alguna mínima información: que estudian, viven o trabajan en el
mismo lugar que yo. No sé el nombre de estas personas, ni reconozco su rostro,
pero definitivamente tengo alguna mínima información para orientarme.
Como ciudadano
perteneciente a un grupo social con un pasado y una cultura popular (una cierta
forma de sabiduría), puedo reconocer en esta burbuja quién es confiable y quién
no. Así que me alejo de quienes sospecho, por su aspecto personal o por su forma
de mirarme, que pueden tener intenciones no gratas conmigo. Sin embargo,
fácilmente puedo caer presa de los estereotipos: diario ocurre, juzgamos mal a
quien va a nuestro lado en la calle o en el bus, por determinada forma de
vestir o hablar. Se trata, a pesar de ello, de unos códigos de supervivencia
que hemos aprendido a manejar, pues sabemos que los ladrones o estafadores,
aparecen justo en la burbuja social, y a través de artimañas buscan ingresar a
la interpersonal. Por eso buscan vínculos con referentes cercanos a nosotros,
como tratar de mostrar su parentesco con alguien conocido por nosotros o
estrategias similares.
Finalmente, se
encuentra el resto del mundo, es la burbuja pública. En ella existen personas
de las cuales desconocemos la mayoría de su información. Cuando en casa nos
dicen que al trabajar vamos a enfrentar a todo el mundo, nos hablan de las
precauciones que debemos tener en esta burbuja. De los demás, sólo sabemos que
son seres humanos, seguramente poseedores de un lenguaje, moradores de una
vivienda, habitantes de alguna ciudad y país… es decir, aunque no sepamos
detalles, necesitamos incluso saber esa información. A estas inquietudes
corresponden, precisamente, las preguntas más comunes que intercambiamos al
conocer a alguien.
La disposición de
estas burbujas se da a como en círculos concéntricos, a través de una rigurosa
reglamentación que a diario defendemos. Cuando alguien de otro nivel ingresa en
la burbuja no correspondiente, buscamos procedimientos para volver a poner las
cosas en orden, como vivimos cuando el metro abre sus puertas, momento en el
cual las personas caminan rápido para recuperar su espacio personal; o en un
ascensor: al cerrar las puertas se siente transgredida la intimidad, porque
tenemos a otros desconocidos más cerca de lo que quisiéramos permitir. Cuando
nos despedimos de alguien en un aeropuerto, o en la portería de nuestro
edificio, nos encontramos efectuando un ritual mediante el cual oficializamos
el paso de la burbuja íntima o interpersonal a la burbuja social o pública.
Esto ocurre en el caso de un familiar que se va de viaje, de un hijo que toma
su transporte para dirigirse al colegio, de un amigo que se devuelve para su
casa luego de haber estado un fin de semana con nosotros, o de un novio o novia
con quien terminamos nuestra relación. Dar la bienvenida, es justo lo
contrario: recibir nuevamente en la burbuja íntima o interpersonal, a alguien
que se encontraba en otro país o ciudad, es decir, en la burbuja pública. En
términos del citado Sebastià Serrano: "En cualquier sociedad humana, la
mayor parte de las actividades rituales –procesos estandarizados de
comportamientos sociales- se encuentran al servicio de complejas ideas
simbólicas".
Es importante
reconocer el manejo del espacio como una de las formas como nos comunicamos, y
desde la cual nos comunicamos. El manejo de la territorialidad, sin embargo, no
se da sólo en espacios físicos. Cotidianamente desplazamos nuestro territorio
en objetos, palabras, personas, olores, canciones, es decir, en símbolos… Cuántas
veces, por ejemplo, reconocemos a alguien por sus accesorios, su vestimenta, o
sus chistes.
F. COMPETENCIA
PROXÉMICA Y CRONÉTICA
Los seres humanos
nos movemos en dos coordenadas: tiempo y espacio. La segunda la abordamos en la
proxémica. La primera, el tiempo, es del dominio de la cronética, entendida
como el manejo de la comunicación en el tiempo, la producción de significados
con y desde la coordenada tiempo ¿Cuánto nos demoramos en responder, o cuánto
tiempo esperamos para decir algo? Los abuelos nos hablaban del don de la
oportunidad. En muchas ocasiones generamos problemas, no tanto por lo que
decimos, sino por el momento en que lo decimos. Tan importante es lo uno como
lo otro.
La cronética también
se las ve con reconocer la temporalidad propia de cada suceso. La pregunta de
la cronética es ¿cuándo es el momento más apropiado para decir algo? Los
griegos distinguían dos acepciones del tiempo con dos palabras distintas:
cronos y kairós. El primero lo podríamos representar hoy con el reloj. Es el
tiempo, digamos, objetivo. ¿Cuántos minutos componen una hora? Sesenta, se
responderá con precisión. Pero… no es lo mismo una hora en una clase
aburridora, que esos "mismos" sesenta minutos en compañía de la
persona amada. No es lo mismo. El ejemplo nos muestra el kairós de los griegos,
referido no tanto al tiempo, sino la temporalidad de cada cosa